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Aparecen entrecruzadas dos historias que van alternándose. Por un lado la protagonizada por Isaac Ben Élizer, un cordobés que es enviado al encuentro de los jázaros, un pueblo convertido al judaísmo, con su propio estado y del que por tanto puede surgir el nuevo Mesías. Por otro lado, un escritor judía llamado Marc Sofer recibe la visita de un ruso que le pone sobre la pisat de los jázaros y de los vestigios que de ellos quedan tras las persecuciones estalinistas y el holocausto. Interesado por el tema, Sofer lee la única historia existente sobre los jázaros y localiza en Inglaterra tres cartas: la de un cordobés en la corte de Abderramán III a Joseph, la respuesta del kan y una segunda del cordobés.
Este libro, galardonado con los premios Pulitzer y National Book Award, «un clásico», en palabras de Doctorow, está inspirado en la célebre «marcha sobre el Pentágono», el 21 de octubre de 1967, en la que estaban representados todos los grupos de la vieja y la nueva izquierda, hippies, yuppies, weathermen, cuáqueros, cristianos, feministas y las más variadas tribus urbanas.
Mailer, junto con otras estrellas de la cultura americana de la época, fue, vio, participó, sufrió en carne propia la represión y escribió luego uno de los libros más descarnados e inteligentes sobre la década de los sesenta, sus mitos, sus héroes y sus demonios.
Cuando la vieja imprenta local en la que Felipe Díaz Carrión llevaba media vida quebró, él se quedó sin trabajo y sin posibilidades de conseguirlo. Era la época en que se emigraba a las industriosas poblaciones del norte. Su hijo tenía nueve años, y no había día en que Asun, su mujer, no le pidiera a Felipe que se marcharan. Así que cerraron la casa y se fueron al norte. Felipe trabajó pri-mero en la construcción, y después en una fábrica de productos químicos. Tuvieron otro hijo, se compraron otra casa, y pasó el tiempo, y la vida los cambió. Porque algunos de los miembros de la familia -el hijo mayor y Asun, que quizá no soportaban ser para siempre los otros, los charnegos- no pudieron sino sucumbir a las obsesiones de identidad y afirmación
París no se acaba nunca es una revisión irónica de los días de aprendizaje literario del narrador en el París de los años setenta. Fundiendo autobiografía, ficción y ensayo, cuenta la aventura de redactar su primer libro. Y nos desvela, por ejemplo, cómo le ayudaron a escribir esa novela los consejos que le dio, resumidos en una breve cuartilla, Marguerite Duras, su muy atípica casera. Es también la historia de cómo viajó a esa ciudad para imitar la vida bohemia de escritor principiante de Hemingway, quien contó, en París era una fiesta, que allí fue «muy pobre y muy feliz», y de cómo, por el contrario, el narrador fue muy pobre y muy infeliz. Aunque, eso sí, logró allí escribir su primera novela.