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"Añoro la vida cuando era nuestra", comenta Lola. Esa vida, que era tan suya y tan llena de ilusión, antes estaba hecha de libros y de charlas de café, de siestas lánguidas y de proyectos para construir un país, España, que aprendía paso a paso las reglas de la democracia. Pero llegó un día de 1936 en que vivir se convirtió en puro resistir, y ahora, quince años después, de todo aquello solo queda una pequeña tienda, una librería de viejo medio escondida en uno de los viejos barrios de Madrid, donde Lola y Matías, su marido, acuden cada mañana para vender novelitas románticas, clásicos olvidados y lápices de colores a quien se acerque. Es aquí, en ese lugar modesto, donde una tarde de 1951 Lola conocerá a Alice, una mujer que ha encontrado en los libros su razón de vivir.
El tercer novio de la abuela tenía los pies demasiado grandes para considerarlo inteligente.Teniendo en cuenta el tamaño de sus pies, la atención que consagraba a su cerebro no podía ser mucha. Así arranca su narración Paolo en el mes de noviembre de 1917, durante los días más duros de la primera guerra mundial. Un año después, este mismo joven, a punto de ser ajusticiado, se despedirá de la vida espetándole al cura: No me confesaré, don Lorenzo, y deje ya de llamarme chiquillo. Mañana, al amanecer, me van a matar. He cumplido con la vida: he matado y he amado, y con eso basta. Sí, tengo dieciocho años, pero estoy a punto de morir y llevo una vida entera a mis espaldas.