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Elegido por Heinrich Himmler para investigar qué hay de cierto tras las acusaciones según las cuales el abuelo de Adolf era judío, Dieter, agente de las SS, escribe una novela sobre los orígenes de Adolf Hitler. El resultado es inequívoco: no hay sangre judía en su familia. Sin embargo, lo que se confirma es su origen doblemente incestuoso. Bien lo sabe Dieter, pues estuvo presente en su concepción. En realidad, este narrador es un oficial del Maligno y Adolf Hitler un eslabón más en el eterno conflicto entre Satanás y Dios. Mailer nos ofrece así un provocador retrato de la disfuncional familia Hitler y de las obsesiones del joven Adolf.
Al acercarnos a El jilguero, vamos enfocando una habitación de hotel en Amsterdam. Theo Decker lleva más de una semana encerrado entre esas cuatro paredes, fumando sin parar, bebiendo vodka y masticando miedo. Es un hombre joven, pero su historia es larga y ni él sabe bien por qué ha llegado hasta aquí.
¿Cómo empezó todo? Con una explosión en el Metropolitan Museum hace unos diez años y la imagen de un jilguero de plumas doradas, un cuadro espléndido del siglo XVIII que desapareció entre el polvo y los cascotes. Quien se lo llevó es el mismo Theo, un chiquillo entonces, que de pronto se quedó huérfano de madre y se dedicó a desgastar su vida: las drogas lo arañaron, la indiferencia del padre lo cegó y su amistad con el joven Boris lo llevó a la delincuencia sin más trámites